viernes, 21 de diciembre de 2012

ajedrez

¿En qué se parecen un cuervo y un escritorio?


A veces se me suele ocurrir eso de que soy el caballo. Pero no un caballo cualquiera. Si no de esos que dan saltos en forma de L. Suelo avanzar de golpe. De un día para otro me doy cuenta de cosas tan evidentes, que estuvieron siempre ahí, pero simplemente no podía verlos. Y después para la semana siguiente retrocedo otra vez hacia atrás y vuelvo a la casilla anterior. Y entonces es cuando me desespero. Porque crees haber aprendido, y tu cabeza te dice que si. Pero cuando giras la cabeza, te ves otra vez a ti misma a la vuelta de la esquina, y con la misma ropa.
Me gustan los caballos. Y la L de león, libertad, libro, luz, lápiz, lucha... Y si le das la vuelta la J de joven, juerga, Jone, jirafa... Con personalidad, si señor.

Otras veces soy el alfil. Incapaz de tomar la línea recta. Nunca lo fácil. Siempre el libro más grueso, la montaña más alta, distinta opinión...

Y a veces, aunque sólo sea en momentos de motivación, sé que soy la reina. Insustituible. Tan inprescindible para alguién que cuando desaparece del tablero da por perdida la partida. Que guía el juego. Movimientos rápidos, bruscos y efectivos.

Sé que la reina no es nada sin su rey, y que parece que se tambalea cuando ve la casilla vacía a su lado. Pero es ella la que mueve el juego, la que manda. El rey sólo reacciona. Un paso para adelante, otro para atrás, siempre temiendo ser comido.

Por eso, lo más divertido es ser reina, aunque en cuestión de sentimientos pueda ser como un peón.

Que le corten la cabeza !
shâh mâta

No  es muy divertido eso de salir corriendo de la ducha en busca de un papel porque te ha venido la inspiración.

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